Rosario de la peregrinación de fe de María

INTRODUCCIÓN AL SANTO ROSARIO

 La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: «Bienaventurada la que ha creído » (Lc 1,45) […] En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres. San Justino mártir, en su Diálogo con Trifón, tiene una hermosa expresión, en la que dice que María, al aceptar el mensaje del Ángel, concibió « fe y alegría »[49]. En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo[50]. Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado.

(Papa Francisco Carta Encíclica LUMEN FIDEI nº 58) 

Ella es la Madre que muestra el camino que efranciscofatima_danielibanezaciprensa_16122016stamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús. En cada misterio del Rosario la sentimos cercana a nosotros y la contemplamos como la primera discípula de su Hijo, la que cumple la voluntad del Padre (cf. Mc 3,31-35; Mt 12,46-50; Lc 8,19-21).

(Papa Francisco Vigilia mariana en el Jubileo de la Misericordia, 8 de octubre de 2016)

MISTEROS DE LA FE DE MARÍA

PRIMER MISTERIO: La anunciación del Señor.

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 26-38).

REFLEXIÓN. Papa Francisco Ángelus  Solemnidad  de la Inmaculada Concepción de la  Virgen María  8 de diciembre de 2014.

Y María correspondió a la gracia y se abandonó diciendo al ángel: «Hágase en mí según tu palabra» (v. 38). No dice: «Yo lo haré según tu palabra»: ¡no! Sino: «Hágase en mí…». Y el Verbo se hizo carne en su seno. También a nosotros se nos pide escuchar a Dios que nos habla y acoger su voluntad;[…] La actitud de María de Nazaret nos muestra que el ser está antes del hacer, y que es necesario dejar hacer a Dios para ser verdaderamente como Él nos quiere. Es Él quien hace en nosotros muchas maravillas. María fue receptiva.[…] , acogió la gracia y correspondió a la misma con la fe. Por ello san Agustín afirma que la Virgen «concibió primero en su corazón que en su seno» (Discursos, 215, 4). Concibió primero la fe y luego al Señor.

Ofrecemos este misterio por el Santo Padre. María, tú que  acogiste la gracia y correspondiste a la misma con la fe, colma e ilumina con tu gracia al Papa Francisco, para que firme en la fe, con sus palabras y gestos guíe al pueblo que preside.

SEGUNDO MISTERIO: La presentación del Señor en el templo y el anuncio de Simeón a María.

 “Y a ti una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 22-38).

REFLEXIÓN. Juan Pablo II Audiencia General 18 de diciembre de 1996.

Simeón anuncia a María la gran prueba a la que está llamado el Mesías y le revela su participación en ese destino doloroso. […]Así, el santo anciano, a la vez que pone de relieve la creciente hostilidad que va a encontrar el Mesías, subraya las repercusiones que esa hostilidad tendrá en el corazón de la Madre. Ese sufrimiento materno llegará al culmen en la pasión, cuando se unirá a su Hijo en el sacrificio redentor. […]María, en cambio, ante la profecía de la espada que le atravesará el alma, no dice nada. Acoge en silencio, al igual que José, esas palabras misteriosas que hacen presagiar una prueba muy dolorosa y expresan el significado más auténtico de la presentación de Jesús en el templo.[…] en él se haría la verdadera «presentación» (cf. Lc 2, 22), que asociaría a la Madre a su Hijo en la obra de la redención.

Ofrecemos este misterio por todos los que sufren. María tú, que avanzaste hasta el Calvario, siempre unida profundamente a tu Hijo, haz que siempre te sintamos cerca de nosotros en cada instante de la existencia, sobre todo en los momentos de oscuridad y de prueba.

TERCER MISTERIO: Jesús y María en las bodas de Caná.

 “Su madre dice a los sirvientes: Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 1-12).images4

REFLEXIÓN. Juan Pablo II Audiencia General 26 de febrero de 1997.

En el episodio de las bodas de Caná, san Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.[…] En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios.[…] María precede en la fe a los discípulos que, como refiere san Juan, creerán después del milagro: Jesús «manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.[…] La exhortación de María: «Haced lo que él os diga», conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.

Ofrecemos este misterio por los jóvenes. María, tú nos permites comprender lo que significa ser discípulo de Cristo. Tu primer acto fue ponerte a la escucha de Dios. Madre, impulsa a los jóvenes a ser valientes en la fe, y a responder como tú a su vocación.

CUARTO MISTERIO: María unida a Jesús al pie de la cruz.

“Dijo a su Madre: Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 25-27).

REFLEXIÓN. Benedicto XVI Audiencia General 2 de enero de 2008.

La Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19, 27). Así es la traducción española del texto griego: εiς tά íδια; la acogió en su propia realidad, en su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida (εiς tά íδια) es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María.

Ofrecemos este misterio por los cristianos. Te pedimos Señor que todo cristiano, a ejemplo del discípulo amado, «acoja a María en su casa» y le deje espacio en su vida diaria, reconociendo su misión providencial en el camino de la salvación.

QUINTO MISTERIO: María ora con los discípulos esperando el Espíritu Santo.

“Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús” (Hch 1, 12-14).images121

REFLEXIÓN. Benedicto XVI Audiencia General 14 de marzo de 2012.                                             

La presencia de la Madre de Dios con los Once,[…]asume un significado de gran valor, porque con ellos comparte lo más precioso que tiene: la memoria viva de Jesús, en la oración; comparte esta misión de Jesús: conservar la memoria de Jesús y así conservar su presencia.[…]los Apóstoles y la Iglesia se reúnen con María para esperar con ella el don del Espíritu Santo, sin el cual no se puede ser testigos. Ella, que ya lo había recibido para engendrar al Verbo encarnado, comparte con toda la Iglesia la espera del mismo don, para que en el corazón de todo creyente «se forme Cristo» (cf. Ga 4, 19). María nos enseña la necesidad de la oración y nos indica que sólo con un vínculo constante, íntimo, lleno de amor con su Hijo podemos salir de «nuestra casa», de nosotros mismos, con valentía, para llegar hasta los confines del mundo y anunciar por doquier al Señor Jesús, Salvador del mundo.

Ofrecemos este misterio por la Iglesia. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. Con María y como María, perseverando en la oración seamos testigos y anuncio de Cristo en el mundo.

ORACIÓN FINAL

  1. Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.
  2. ¡Madre, ayuda nuestra fe!
  3. Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
  4. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
  5. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
  6. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
  7. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
  8. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
  9. Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
  10. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén

         (Papa Francisco Carta Encíclica LUMEN FIDEI nº60)